El Laboratorio de filosofía germinal es un espacio de intercambio, aprendizaje y exploración en el campo de la filosofía. Desde su fundación en el año 2019, ofrece cursos y talleres monográficos de varios meses de duración en la ciudad de Madrid (próximamente también en línea). Nuestra propuesta docente se distingue por su atención al pensamiento contemporáneo, por su vocación divulgadora y por estar anclada en la práctica del diálogo. Trabajamos en grupos pequeños, siempre a partir de una reflexión individual propiciada por determinados documentos escritos, que se elaboran específicamente para cada sesión y se facilitan con antelación a los participantes. En este foro, además de elaborar tus ideas, aprenderás a cuestionar, argumentar y debatir, generarás vínculos con otras personas y recibirás grandes dosis de placer intelectual.
Sí: instalación provista de herramientas para llevar a cabo experimentos, análisis, investigaciones. Aquí lo que vas a meter en tubos de ensayo son tus convicciones sobre una cuestión actual, de interés colectivo y de alcance filosófico (es decir, tocante a los presupuestos que posibilitan nuestro habitar en el mundo). Se trata de hacer visibles los posicionamientos mentales, discursivos y vitales que nos sostienen, a menudo sin que nos demos cuenta, con la intención de deshacerlos y rehacerlos cuando sea oportuno. Como utensilios para esta labor, empleamos problemas, conceptos y argumentos clásicos de la filosofía occidental, remontándonos hasta Tales de Mileto, si hace falta, pero dando prioridad a las voces más recientes.
Este es un lugar para ponerse a prueba, ejercitarse, ensayar posibilidades… aunque nuestras prácticas recaigan sobre la pura teoría. Disfrutarás de un entrenamiento filosófico acompañado y guiado en todo momento, con un grado de estructuración intermedio entre el de la enseñanza reglada y el de la tertulia informal. Antes de cada sesión de nuestros seminarios, recibirás un cuadernillo de materiales que te ayudará a introducirte en el asunto en cuestión, examinar tus creencias al respecto y ponerlas a punto para compartirlas con el grupo. Las reuniones se desarrollan en círculo, tanto física como simbólicamente: todas las contribuciones suman a un pensamiento que aspira a ser colectivo.
Hasta ahora hemos desarrollado ciclos sobre los siguientes temas: en qué consiste la filosofía, conceptos filosóficos que utilizamos a diario (tales como «saber», «razón», «producción», etc.), los retos de la era digital y prácticas de discusión sobre interrogantes de carácter transversal (la felicidad, la verdad, la justicia, la técnica, el papel del ser humano en el conjunto de la naturaleza, etc.).
El Laboratorio de filosofía germinal se sitúa a medio camino entre la filosofía académica y las filosofías «mundanas». Se dirige a un público amplio, no necesariamente especializado, aunque sí dispuesto a comprometerse en el cuestionamiento, la argumentación y la elaboración de conceptos. Huimos tanto de la erudición superflua como de un discurso filosófico vago y poco elaborado, que no llegue a despegarse de los tópicos propios del sentido común.
La filosofía -creemos- resulta demasiado valiosa como para quedar limitada a unas pocas personas expertas. Además, en un mundo colapsado por profundas crisis como es el nuestro, nos conviene aprovechar las iniciativas de orientación y de transformación que puedan llegar de esta disciplina. Ahora que nuestra nave amenaza con perder el Norte, necesitamos que la reflexión filosófica se contagie, se expanda, se multiplique y prospere. Y ello no a costa de una banalización o desvirtuación de sus señas de identidad.
A nuestro juicio, hay al menos dos rasgos propios de la filosofía a los que no cabe renunciar en modo alguno: su carácter público y su radicalidad. Es deseable que una «filosofía aplicada» ayude a cada individuo a orientar su vida, pero, ante todo y sobre todo, tiene que enfocar el sentido de los espacios que han sido forjados colectivamente. En otras palabras: importa volver a preguntar por las condiciones y la legitimidad de nuestros saberes, de nuestros modos de actuar, pensar, producir, imaginar, relacionarnos, cuidarnos y habitar la tierra… Importa cultivar este tipo de cuestiones no sólo en los gabinetes de especialistas, sino también entre el común de los mortales. Y hacerlo tal y como la filosofía acostumbra a dirimir la validez de sus discursos: exponiéndolos a la discusión pública, sin más árbitro que la evidencia del «asunto mismo» y la aportación de razones en torno a él.
Sí, lo relativo al germen, al esbozo de una nueva criatura. ¿En qué sentido?
La filosofía actúa en dos direcciones, una retrospectiva y otra prospectiva. De un lado, se ocupa de cuestionar, problematizar o incluso destruir un determinado estado de cosas. Del otro lado, procura descubrir alternativas para esa misma situación que ha sido puesta en entredicho, contribuyendo -a su manera- al alumbramiento de nuevos paradigmas. Entre ambos rendimientos, el crepuscular y el auroral, en la imagen popular suele prevalecer el primero. Así, es frecuente relacionar esta actividad con el «pensamiento crítico», pero no lo es tanto caracterizarla como una fuerza investigadora e inventiva.
Con el adjetivo «germinal» queremos poner el acento en esta segunda dirección. En cualquier caso, los frutos de la filosofía sólo pueden darse en forma de bocetos o semillas, puesto que la tarea de desarrollar tales embriones recae sobre los demás saberes, los saberes propiamente dichos. Además, en un mundo que hace aguas por todas partes, hay que aguzar no sólo la capacidad de ver lo que no funciona, sino también la de ingeniar posibilidades insólitas. Cuanta más gente seamos quienes tomamos parte en la exploración filosófica, cada cual con sus aptitudes y desde su singularidad, más fácil será detectar los brotes prometedores, los otros mundos posibles que asoman por entre las ruinas.
Lorem fistrum por la gloria de mi madre esse jarl aliqua llevame al sircoo. De la pradera ullamco qué dise usteer está la cosa muy malar.
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