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¿Qué es «filosofía»? A primera vista, un conjunto de textos más o menos vetustos custodiados por determinadas instituciones. Pero tales discursos atestiguan una actividad de tipo muy peculiar, y no son más que papel mojado a menos que provoquen en sus receptores la prosecución de la misma. ¿En qué consiste semejante actividad? ¿Cuáles son sus señas de identidad? En muchos momentos de la historia de Occidente, la filosofía fue considerada como una práctica de vida, como un modo de vida. ¿Qué relación hay entre el discurso filosófico y la práctica filosófica?
¿Sirve para algo la filosofía? Y aun cuando no sirviera para nada, ¿da lugar a algún cambio o nos deja igual que antes? ¿Qué efectos produce? ¿Qué «hace» la filosofía, qué trae consigo? ¿Cuál es su obra específica? ¿Es estéril o da algún fruto?
La filosofía ¿constituye realmente un saber? ¿Cuál sería su objeto? ¿Y qué relación guarda con los demás saberes? ¿Cómo procede la filosofía, cuál es su modus operandi? ¿En qué medio esta actividad se encuentra «como pez en el agua»? ¿Qué herramientas requiere y cuáles otras le repugnan?
¿Seguimos teniendo necesidad actualmente de la filosofía? Si esta dedicación resulta relevante para afrontar los retos del presente, ¿por qué siempre parece que hay que empezar por Tales de Mileto? ¿La filosofía se debe fundamentalmente a la historia de la filosofía? ¿Se reduce a ella?
¿Quiénes filosofan hoy en día? ¿Principalmente los albaceas académicos de tales textos del pasado, consagrados a la tarea de generar nuevos textos semejantes? ¿O al margen de las universidades hay otras instancias que ejercen la filosofía con tanta o incluso con mayor eficacia e incidencia social que aquellas? ¿Cabe afirmar en algún sentido que todo ser humano, por el hecho de serlo, es filósofo? ¿Conviene separar taxativamente la filosofía académica y la mundana?
A la hora de plantear y desenvolver este conjunto de cuestiones, partiremos de una serie de textos breves seleccionados ad hoc, de los que se podrá disponer antes de cada sesión. Por un lado, tendremos presente el diseño de esta problemática en la filosofía griega clásica; por el otro, acudiremos a diversas perspectivas contemporáneas. En cada uno de los seis aspectos propuestos, habrá una primera parte de exposición teórica y un segundo momento de debate.
Tras examinar diversas presentaciones de la filosofía, extraeremos unos pocos rasgos que, en su conjunto, pueden caracterizarla. Con ello tendremos un «retrato-robot» de nuestra acusada.
La noción griega de theoría proporciona una clave fundamental para acceder a la identidad de la filosofía. Para ello hay que distinguir cuidadosamente entre la «actitud teórica» y la «actitud natural», es decir, el modo común y corriente de estar en el mundo. Seguimos con ello un planteamiento que se remonta a Platón y Aristóteles, y que en nuestros días han hecho valer autores como E. Husserl, M. Heidegger y F. Martínez Marzoa.
Hay cuatro operaciones que son inherentes al ejercicio filosófico: poner en suspenso lo dado, problematizarlo, investigar acerca de sus bases y explorar posibilidades inéditas para ello. En términos discursivos, tales operaciones corresponden a la práctica del cuestionamiento y la argumentación (por eso no es extraño que la filosofía occidental comience examinando esta faceta de la racionalidad y tratando de reglamentarla). Caracterizaremos la epojé (suspensión) filosófica a partir de la ironía socrática, para después enfocar esta encrucijada desde una óptica más amplia.
Afrontaremos dos cuestiones vinculadas entre sí: ¿en qué consiste la utilidad de la filosofía y qué relaciones se dan entre esta disciplina y los demás saberes? Desde sus orígenes, la filosofía ha proclamado con orgullo no servir a nada ni a nadie, y ha visto en esta independencia una de sus razones de ser. Platón la califica como una actividad «estéril»; pero esto no impide que pueda ejercer sus «artes mayéuticas» sobre el resto de los saberes, es decir, ayudarles a alumbrar sus propias verdades.
La palabra constituye no sólo el medio en el que habita la filosofía, sino también uno de sus objetos de estudio privilegiados. Sin embargo, en la tradición metafísica la relación entre ambas a menudo reviste el aspecto de un matrimonio mal avenido. Da la impresión de que el lenguaje natural es demasiado confuso y ambiguo como para albergar la prístina verdad del ser, lo que ha llevado a intentar someterlo a ideales lógicos. Pero cabe también contemplar el lenguaje verbal desde una perspectiva retórica, bajo la cual su vínculo con la filosofía se presenta menos conflictivo.
Desde finales del siglo XIX, algunas voces dentro de la Academia filosófica han denunciado una hipertrofia en la dimensión teórica, abstracta y universalista de la filosofía. Nos recuerdan que, en muchos momentos de su historia, la filosofía estuvo inmediatamente ligada a la existencia: antes que una doctrina, era una práctica de vida. Por otra parte, en las últimas décadas han proliferado diversas formas de «filosofía aplicada», capaces de suscitar el interés de un público cada vez más amplio. En los círculos académicos (que, por cierto, no viven sus mejores horas) dicho fenómeno se recibe con desconfianza y recelo. Reflexionaremos acerca de este contraste que actualmente despunta entre la filosofía «formal» y las filosofías «informales».
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